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SINTONÍA ABSTRACTA 2024

Las pinturas de Ana María Benedetti se construyen con una dosis variable de cálculo y azar. Planos de color, líneas, superficies moduladas suavemente o rascadas una y otra vez como un muro erosionado. Las formas se suman, y mutan también, a medida que avanza en la obra. No hay bocetos previos y si existen, solo son una guía inicial. Proceso intuitivo en que la artista parece depositar tanto su experiencia emocional frente a la imagen, como una casi inevitable evocación personal.

Diseñadora de formación, en sus piezas se vuelve notoria la presencia de una retícula bajo la que organiza colores y formas. Diseño interno como el de una ciudad, un edificio o un jardín de grandes proporciones, que la artista acentúa o esconde alineando o no elementos respecto a los ejes que dividen la superficie. No rehúye incluir figuras humanas, empleando coordenadas similares a las del resto de su trabajo y presenta, en esta exposición, un grupo de siluetas que parecen encadenadas al espacio que las rodea, atenuando las relaciones figura y fondo, de un modo que recuerda al cubismo. Con esas siluetas parece señalar que lo humano habita en sus estructuras, por más geométricas y rigurosas que nos parezcan.

Frente a un cuerpo de obra cuya arquitectura formal parece exuberante, la propia artista opone obras en que las formas parecen fundirse discretamente con el soporte. A veces le interesa lo simple, en otras, lo complejo. Reducidos los planos y simplificado el diseño compositivo, el lino o la seda aparecen, como vehículos sensibles cuya apariencia se vuelve más evidente, cuanto mayor es la economía de los medios.

Pinturas abstractas, desde luego -pero ante todo- terreno de sugerencias visuales, abiertas a la intelectualización (con sus coordenadas ancladas en la arquitectura, el diseño y la pintura geométrica) pero sobre todo, dispuestas como una sutil provocación a nuestros sentidos. Ana María Benedetti, enlaza con su obra la vocación humanista que caracterizó buena parte del discurso e imagen de la pintura chilena moderna, con la relectura contemporánea de la abstracción.

Sintonizar y ecualizar, dos términos que figuran en el discurso de la artista, parecen apuntar a esa dirección. Se trataría de sintonizar con la raíz del sujeto, o tratándose de la propia autora, de conseguir encontrarse con su propia identidad. No para hablar de si misma, y si para sintonizar con otros. Quizás un gesto de comunión colectiva. Los ajustes cromáticos y compositivos podrían responder a la voluntad de encontrar un equilibrio que es siempre precario -y desde luego- fugaz. La artista se impone un nuevo desafío en cada obra. Las claves formales que gobiernan a cada una, pueden verse como retos a los que se enfrenta con los recursos de la pintura. Que el resultado evoque la imagen -y la idea- del plano y la arquitectura, describe una postura de matizado control, porque insisto, en Benedetti la racionalización fría e impoluta cae bajo el peso del color, de la mancha, de la raspadura. Y no es casualidad. Se trata de un proceso del que somos cómplices, antes que simples espectadores.

Texto por Cesar Gubler
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